LEY I
Toda enfermedad es el resultado de la inhibición de la vida del alma. Esto es verdad para todas las formas de todos los reinos. El arte del curador consiste en liberar al alma, a fin de que su vida pueda fluir a través del conglomerado de organismos, que constituye una forma determinada.
LEY II
La enfermedad es el producto de tres influencias y está sujeta a ellas. Primero, el pasado del hombre, en que paga el precio de antiguos errores; segundo, su herencia donde comparte con todo el género humano esas contaminadas corrientes de energía de origen grupal; tercero, su participación, con todas las formas naturales, de aquello que el Señor de la Vida impone a Su cuerpo. Estas tres influencias son denominadas "La Antigua Ley de Participación del Mal". Algún día ésta debe ceder su lugar a la nueva "Ley del Antiguo y Predominante Bien", que reside detrás de todo lo que Dios ha creado. Esta ley debe ser puesta en vigencia por la voluntad espiritual del hombre.
LEY III
Las enfermedades son efecto de la centralización básica de la energía vital del hombre. Del plano en que dichas energías
están enfocadas, provienen esas condiciones determinantes que producen mala salud. En consecuencia se manifiestan como enfermedad o como buena salud.
LEY IV
La enfermedad, tanto física como sicológica, tiene sus raíces en lo bueno, lo bello y lo verdadero, y sólo es un reflejo distorsionado de las posibilidades divinas. EL alma frustrada, cuando trata de expresar plenamente alguna característica divina o realidad espiritual interna, produce, dentro de la sustancia de sus envolturas un punto de fricción. Sobre este punto están enfocados los ojos de la personalidad, lo cual conduce a la enfermedad. El arte del curador consiste en elevar hacia el alma -el verdadero Curador, dentro de la forma- los ojos que están enfocados hacia abajo. Entonces, el tercer ojo u ojo espiritual, dirige la fuerza curadora, y todo está bien.
REGLA UNO
El curador debe tratar de vincular su alma, corazón, cerebro y manos. Así puede derramar la fuerza vital curadora sobre el paciente.
Esto es trabajo magnético. Puede curar la enfermedad o acrecentar su estado maligno, de acuerdo al conocimiento del curador.
El curador debe tratar de vincular su alma, cerebro, corazón y emanación áurica. Así su presencia puede nutrir la vida del alma del paciente.
Esto es trabajo de irradiación. Las manos no son necesarias. El alma despliega su poder. El alma del paciente, a través de la respuesta de su aura, responde a la irradiación del aura del curador, inundada por la energía del alma.
REGLA DOS
El curador debe adquirir pureza magnética a través de la pureza de vida. Debe lograr esa dispersiva irradiación, que se manifiesta en todo hombre que ha vinculado los centros de la cabeza. Cuando se ha establecido tal campo magnético, entonces surge la irradiación.
REGLA TRES
El curador debe entrenarse a fin de conocer el nivel interno de los pensamientos y deseos de quien busca su ayuda. Así podrá conocer la fuente de donde proviene la dolencia. Debe relacionar la causa y el efecto, y conocer el punto exacto por el cual debe llegar el alivio.
REGLA CUATRO
El curador y el grupo de curación deben mantener sujeta la voluntad, pues no deben emplear la voluntad, sino el amor.
2. Dificultades Incidentales al Contacto con el Alma.
Hoy comenzaremos a estudiar las dificultades, enfermedades y perturbaciones sicológicas (neurológicas y mentales) de los aspirantes y discípulos del mundo. Las estudiaremos definidamente desde el ángulo de los siete centros, y también consideraremos los resultados de las fuerzas y energías (empleo estas palabras características, premeditadamente) que afluyen a través de ellos. Gran parte de lo que diré lo pondrá en duda la medicina ortodoxa, aunque ella paulatinamente va hacia el punto de vista ocultista. No trataré de relacionar la actitud esotérica de la curación, sus proposiciones y métodos, con las modernas escuelas terapéuticas. Ambas se están acercando gradualmente. El lector lego, para quien están destinadas estas enseñanzas, comprenderá con más claridad mi tesis si la mantengo relativamente libre de los términos técnicos y de las actitudes académicas de las ciencias médicas. Sólo servirían para confundir. Mi intención es dar un cuadro general de las causas subyacentes en los males físicos externos. Quiero presentar ciertos aspectos de la terapia esotérica, para lo cual el género humano está preparado, recordándoles que la presentación es lógicamente inadecuada y parcial, y por ello puede parecer incorrecta y ser un desafío para aquellos que siempre buscan explotar la credulidad humana. Sin embargo, esto no es asunto mío. El tiempo comprobará la veracidad de mis afirmaciones.
La nueva medicina se ocupará dé factores que en la actualidad apenas son reconocidos y aún no han sido relacionados con el hombre y su cuerpo. La teoría básica sobre la cual descansará la nueva enseñanza médica puede ser resumida en la afirmación de que en realidad sólo hay energía que considerar y fuerzas que resisten o asimilan tipos de energía superiores o diferentes. Por lo tanto, permítaseme dar una nueva Ley para agregar a las cuatro ya expuestas. Las leyes anteriores han sido proposiciones abstractas, y a no ser que se las relacione con esta quinta Ley, seguirán siendo ambiguas y sin significado.
LEY V
No existe nada más que energía, porque Dios es Vida. En el hombre se unen dos energías, pero hay otras cinco presentes. Para cada una se ha de encontrar un punto central de contacto. El conflicto de esas energías con las fuerzas, y de las fuerzas entre sí, producen los males corporales del hombre. El conflicto entre los primeras y las segundas persiste durante edades, hasta llegar a la cima de la montaña, la primera gran cima. La lucha entre las fuerzas produce todas las enfermedades, dolencias y dolores corporales que buscan la liberación en la muerte. Las dos, las cinco y también las siete, además de aquello que ellas producen, poseen el secreto. Ésta es la quinta Ley de Curación en el mundo de la forma.
Esta Ley comprende ciertas afirmaciones básicas clasificadas de la manera siguiente:
1.
Vivimos en un mundo de energías y somos parte constituyente de ellas.
2.
El vehículo físico es una fusión de dos energías y siete fuerzas,
3.
La primer energía es la del alma o energía egoica. Es la que produce el conflicto cuando la energía del alma trata de controlar las fuerzas.
4.
La segunda energía es la de la triple personalidad -el rayo de la personalidad se resiste a la energía superior.
5.
Las fuerzas son las otras energías o potencias de rayo que controlan los siete centros, siendo dominadas por la energía de la personalidad o la del alma.
6.
Por lo tanto, dos conflictos tienen lugar entre las dos principales energías y también entre otras energías, enfocadas a través de los siete rayos.
7.
La interacción de estas energías produce buena o mala salud.
Se ha dado mucha enseñanza sobre la milenaria lucha entre la personalidad y el alma, pero siempre ha sido presentada en términos de acercamiento espiritual, misticismo y religión, o sino en términos de reacción del carácter, de aspiraciones abstractas y de pureza o impureza. De esto no me ocuparé. Mi tema trata de los efectos que produce este conflicto en el cuerpo físico. Por lo tanto me limitaré únicamente a los problemas fisiológicos y sicológicos, incidentales a la lucha que principalmente dificulta el camino del discípulo. Podría afirmarse que:
A.
Todas las enfermedades y dificultades físicas son causadas por una o varias de las tres cosas o condiciones siguientes:
1.
Por el contacto obtenido con el alma
, produciendo así la vitalización de todos los centros en ordenado ritmo, de acuerdo al rayo del alma. Esto necesariamente produce presión y tensión en el vehículo físico.
2.
La vida y enfoque de la personalidad
, que trata de rechazar el control del alma y se expresa mayormente por la actividad del centro laríngeo (predisponiendo a la actividad a la glándula tiroides) y dé los centros abajo del diafragma.
3.
Un ciclo en la vida del aspirante
, donde el control de la personalidad comienza a debilitarse, y el énfasis y la consiguiente actividad son transferidos a los centros arriba del diafragma, causando también perturbaciones y reajustes.
B.
Al aspirante se le presentan ciertos objetivos en diferentes etapas, implicando cada una progreso, pero trayendo al mismo tiempo algunas dificultades.
1.
El objetivo que tiene ante sí el iniciado
consiste en que todos los centros del cuerpo etérico respondan a la energía del rayo a que pertenece el alma y a las otras siete energías de rayo subsidiarias a aquél. Este proceso de estimulación, reajuste y establecimiento del control, continúa hasta después de la tercera iniciación. Entonces, cuando se ha recibido esta iniciación, el vehículo físico es de un calibre y cualidad totalmente distintos y las Reglas y Leves de la Salud ya no le son aplicables.
2.
El objetivo que tiene ante sí el discípulo
consiste en procurar el control de los centros del cuerpo, vía el alma, por la estimulación, eliminación y eventual estabilización. Ello inevitablemente produce dificultad, vitalización o inspiración (cualquiera de estas palabras es apropiada) o sino carencia o deficiencia, afectando los órganos corporales en las zonas alrededor de los centros y toda la sustancia que los circunda.
3.
El objetivo que tiene ante sí el aspirante, o discípulo en probación
consiste en transferir las fuerzas desde los centros ubicados abajo del diafragma, por intermedio del centro plexo solar, a los centros ubicados arriba del diafragma. La energía de la base de la columna vertebral debe ser transferida a la cabeza; la energía del centro sacro debe ser elevada a la garganta, mientras que la energía del plexo solar debe ser transferida al corazón. Esto se hace en respuesta a la "atracción" magnética del rayo del alma cuando comienza a dominar al rayo de la personalidad. Este proceso es largo y doloroso, abarcando muchas vidas y acarreando, como resultado, muchos males físicos.
4.
El objetivo que tiene ante sí el hombre común
(inconscientemente efectivo) consiste en responder plenamente a las fuerzas de la personalidad, enfocadas principalmente en el punto medio, el plexo solar, y en coordinar constante e inteligentemente estas fuerzas para que una personalidad integrada sea presentada eventualmente al alma, y ésta la controle y utilice.
5.
El principal objetivo que tiene ante sí el hombre primitivo o no desarrollado
(también inconscientemente efectivo) consiste en vivir una vida plenamente animal emotiva, adquiriendo así la experiencia del crecimiento, del contacto y eventualmente de la comprensión. Por este medio se construye el mecanismo de respuesta del alma en los tres mundos.
Llamaré la atención sobre el pensamiento que he intercalado aquí, de que los objetivos, intrínsecamente en sí mismos, tienen efecto sobre aquello que el hombre se esfuerza en lograr. Este pensamiento merece una cuidadosa consideración.
Estas generalizaciones serán útiles si se recuerda que son sólo generalizaciones. Ningún aspirante, en ninguna etapa, hasta después de la tercera iniciación, hace esfuerzos claramente definidos ni está enteramente centralizado en su vida y esfuerzo. Los hombres se encuentran en todas las etapas imaginables de desarrollo, y muchas de esas etapas son intermedias a las cinco ya mencionadas. Éstas se fusionan y mezclan entre sí, y a menudo constituyen un campo confuso y formidable para pensar y actuar. Sólo en la vida del individuo subdesarrollado encontramos una clara simplicidad. En el ínterin, desde la etapa infantil de la raza, o a la del hombre liberado de la vida de la personalidad, no existe nada más que complejidad, la superposición de estados de conciencia: dificultad, enfermedad, problemas sicológicos, malestar y muerte.
Evidentemente esto debe ser así cuando se ponen en relación el vasto número de energías y fuerzas que constituyen el ser del hombre y forman su medio ambiente. Todo ser humano es, en realidad, un vórtice en miniatura en el gran océano del Ser, en el cual vive y se mueve en incesante movimiento hasta que el alma "exhale su aliento sobre las aguas" (o fuerzas) y el Ángel de la Presencia descienda dentro del vórtice. Entonces todo se aquieta. Las aguas agitadas por el ritmo de la vida, y más tarde encrespadas violentamente por el descenso del Ángel, responden al poder curador del Ángel y se trasforman "en una tranquila charca donde las pequeñas unidades pueden entrar y hallar la curación que ellas necesitan". Así reza
El Antiguo Comentario.
Los Centros y el Sistema Glandular
Es evidente que la enfermedad (cuando no es de origen grupal o resultado del karma planetario o debido a un accidente) surge de la actividad o inactividad de los centros. Ésta es una verdad básica, dada en forma sencilla. Los centros, como ya saben, rigen el sistema endocrino, que a su vez controla las siete zonas principales del cuerpo físico y es responsable del correcto funcionamiento de todo el organismo, produciendo efectos fisiológicos y sicológicos.
La importancia de este sistema glandular no se puede sobrestimar. Es una réplica en miniatura de la constitución septenario del universo y el medio de expresión e instrumento de contacto para las fuerzas de los siete rayos, los Siete Espíritus ante el Trono de Dios. Acerca de esta verdad actualmente no reconocida, se construirán los métodos de la medicina y de la curación, en la civilización futura.
Las glándulas constituyen un gran sistema vinculador en el cuerpo; ponen todas las partes del cuerpo físico en mutua relación y también relacionan al hombre con el cuerpo etérico -tanto individual como planetario- y análogamente con la corriente sanguínea, el portador del principio vida a todas las partes del cuerpo. Por consiguiente, existen cuatro agentes principales de distribución en el cuerpo físico; son unidades completas en si mismas, contribuyen a la vida funcional y orgánica del cuerpo, están estrechamente interrelacionadas y producen resultados fisiológicos y sicológicos de acuerdo a su potencia, a la respuesta de los centros a la afluencia superior, a la etapa de evolución alcanzada y a la libre expresión o inexpresión de las energías entrantes. Los cuatro agentes de distribución de energía son:
1.
El vehículo etérico
, con sus miríadas de líneas de fuerza y de energía entrante y saliente y su respuesta a los impactos de la energía proveniente del medio ambiente, como también del hombre espiritual interno y sus cuerpos sutiles, compenetra todo el cuerpo físico. En él se hallan los siete centros como puntos focales de recepción y distribución; son los receptores de siete tipos de energía, y las distribuyen por todo el pequeño sistema humano.
2.
El sistema nervioso
y sus diversas y entrelazadas directivas. Es una red relativamente tangible de energías y fuerzas, expresión externa de la red interna, vital y dinámica del cuerpo etérico y los millones de nadis o el prototipo de los nervios que subyacen en el cuerpo sustancial. Esos nervios y plexos y sus innumerables ramificaciones son los aspectos negativos de las energías positivas que condicionan o tratan de condicionar al hombre.
3.
El sistema endocrino
es la tangible y exotérica expresión de la actividad del cuerpo vital y sus siete centros. Los siete centros de fuerza se encuentran en la misma zona en que están localizadas las siete glándulas principales, y cada centro de fuerza provee, de acuerdo a la enseñanza esotérica, el poder y la vida de la correspondiente glándula que, en realidad, es su exteriorización.
Centros Glándulas
Centro coronario Glándula pineal
Centro ajna Cuerpo pituitario
Centro laríngeo Glándula tiroides
Centro cardiaco Glándula timo
Centro plexo solar Páncreas
Centro sacro Gónadas
Centro en la base de la columna vertebral Glándulas adrenales
Estos tres sistemas están muy estrechamente relacionados y constituyen directivas de energías y fuerzas entrelazadas, esencialmente vitales, energéticas, dinámicas y creadoras, siendo básicamente interdependientes, y de ellas depende toda la salud interna del organismo físico. Responden primero a cualquiera de los dos cuerpos (emocional o mental), luego a la personalidad integrada y su rayo, y finalmente al rayo del alma, cuando comienza a asumir el control. Son en realidad responsables de la construcción del cuerpo físico y -después del nacimiento- condicionan su cualidad sicológica, y esto a su vez produce el desarrollo del hombre físico. También son los agentes de los tres aspectos divinos de toda manifestación: vida-cualidad-apariencia
4.
La corriente sanguínea
. Portadora del principio vida y de las energías y fuerzas combinadas de los tres sistemas mencionados. Esta idea será algo novedosa para el ortodoxo. La relación del sistema circulatorio de la sangre con el sistema nervioso, no ha sido aun adecuadamente investigada por la medicina moderna. Sin embargo, mucho se ha realizado para relacionar al sistema glandular con la sangre.
Únicamente cuando estos cuatro sistemas interrelacionados sean considerados como un todo integrado y como cuatro aspectos de un sistema vital circulatorio, emergerá la verdad. Sólo cuando sean reconocidos como los cuatro agentes principales distribuidores de los rayos combinados del hombre individual se captará la verdadera naturaleza del fenómeno material. Podría agregar aquí que:
1.
El vehículo etérico, desde el ángulo circulatorio, es regido por la Luna, cuando vela a Vulcano.
2.
El sistema nervioso está regido por Venus.
3.
El sistema endocrino está regido por Saturno.
4.
La corriente sanguínea está regida por Neptuno.
Estos cuatro sistemas son en realidad la manifestación de los cuatro aspectos de la materia en su expresión inferior o estrictamente física. Hay otros aspectos de expresión de la sustancia fundamental, pero estos cuatro son los de mayor importancia.
Cada uno de ellos es esencialmente dual, y cada dualidad corresponde al rayo del alma o al de la personalidad, por lo tanto cada uno es positivo y negativo, y pueden ser descritos como una unidad de resistente fuerza y de energía dinámica; cada uno es una combinación de ciertos aspectos de la materia y de la sustancia, siendo la materia el aspecto relativamente estático y la sustancia el agente relativamente fluido que la dota de cualidad. Su interacción, relación y función unificadas, constituyen la expresión del Principio de la Vida una, y cuando han alcanzado un punto de fusión perfecta, síntesis o actividad coordinada, entonces aparece "esa vida más abundante" de que Cristo hablara y de la cual nada sabemos. Los cuatro aspectos de la materia constituyen también la analogía de los cuatro atributos divinos, lo mismo que de los tres aspectos divinos.
La analogía de este dualismo básico de toda la manifestación también se mantiene, constituyendo así el nueve de la iniciación -los tres, los cuatro y los dos. Esta analogía del proceso iniciático es sin embargo lo opuesto, porque significa iniciación en el tercer aspecto creador, el aspecto materia y el mundo de la actividad inteligente. No es iniciación en el segundo aspecto o aspecto alma, como sucede con las iniciaciones jerárquicas, para las cuales el discípulo se prepara. Es la iniciación del alma en la experiencia de la encarnación física, en la existencia del plano físico y en el arte de funcionar como ser humano. La puerta que conduce a esta experiencia es el "Portal de Cáncer". La iniciación en el reino de Dios se hace a través del "Portal de Capricornio". Estos cuatro atributos y los tres aspectos de la materia, más su actividad dual, son la analogía de los cuatro aspectos de la personalidad y de la Tríada espiritual y su dual relación activa. En esta declaración se halla oculta la clave de la liberación.
"Dios es amor y aquel que more en el amor, mora en Dios y Dios en él "